Foro virtual. Los alumnos van subiendo
borradores del trabajo. Se trata de escribir el capítulo de un manual
hipotético que pudiera ser utilizado para enseñar lengua y literatura en la
escuela media. Tienen, además, que participar en los textos de los compañeros:
leerlos, proponerles soluciones a los problemas, comentarles los trabajos,
acercar otros textos…en fin, colaborar con los textos de los demás. Eso no está
sucediendo. Cada alumno sube su borrador, pero ignora los de los otros. De
pronto…aparece este mensaje: “Perdón por entrometerme en tu trabajo” escribe un
alumno a su profesora en el foro. Después de las disculpas, comenta trabajos de
sus compañeros y les hace propuestas para mejorarlos y continuarlos. Algunos
compañeros se animan con esta primera intervención colaborativa y se lanzan a
corregir otros escritos antes aún de exponer los suyos, como un modo de ir
armándose ideas de cómo llevarlos a cabo. “A tirarnos una soga unos a otros”
declara entonces alguien en el foro… como si la situación de aprender fuera
similar a estar en la cubierta tormentosa de un barco que naufraga.
Creo que, a partir de esta brevísima
escena virtual, una puede asomarse a las dificultades que se plantean en
un espacio curricular de una institución formadora de docentes (que de una de
ellas se trata) cuando una se pone a repensar los lugares de profesor y alumnos
en relación con la apropiación del saber y las posibilidades que se abren
cuando este conflicto se produce en un grupo que se está formando precisamente
para ser docentes. Cuál es el trabajo del profesor y cuál el de los alumnos,
cómo se relaciona ese trabajo con el saber o cómo se reconfiguran esas
representaciones cuando se está aprendiendo acerca de los saberes
disciplinares, los saberes didácticos y la constitución del rol docente son las
preguntas que cercan un modelo anquilosado y, a la vez, difícil de remover.
Como en el juego de la oca, avanzar cuatro, cinco casillas implica casi
necesariamente retroceder dos o tres. Al mismo tiempo que se animan con la
producción de un manual propio que podría ser llevado en el futuro a las aulas
que los tendrán como docentes, estos futuros docentes encuentran dificultades
para asumir el lugar de las decisiones que dejan en manos de su propia docente
que parece erigirse, a su pesar, en la única voz autorizada para señalar qué sí
y qué no en la cubierta de un barco en la que de pronto se descubren sogas.
Tirar las sogas parecería funcionar como una ayuda entre pares a la vista de la
docente que las promovió desde la idea de una construcción solidaria de cada
capítulo de manual. Este ayudarse aparece como un modo de salvataje y no como
la necesaria modificación de los modos de enseñar y aprender que se venían
discutiendo desde la construcción del manual.
Visibilizar este conflicto para poder
pensar acerca de por qué ocurre es el modo que encontré para intentar seguir
avanzando un par de casilleros más hacia otra manera de posicionarse frente a
la enseñanza sin perder de vista que retroceder uno o dos es solo volver a la
tranquilidad de lo conocido que tironea como un modo seguro en las prácticas
docentes de alumnos y profesores.
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